" YO, YO DESEARÍA QUE PUDIERAS NADAR COMO LOS DELFINES, COMO NADAN LOS DELFINES. AUNQUE NADA, NADA NOS MANTENDRÁ JUNTOS, PODEMOS DERROTARLES PARA SIEMPRE. PODEMOS SER HÉROES SOLO POR UN DÍA. ( HEROES ) David Bowie

10 mar 2011

EL ANGEL DESOLADO, ANNEMARIE SCHWARCENBACH

El angel desolado, así es cómo la llamaba Thomas Mann, a ésta escritora, filósofa, historiadora
Annemarie Schwarcenbach, tenía esa peculiar belleza, andrógina y especial, qué tanto puede gustar a hombres y mujeres. Nacida en Suiza, en una familia de banqueros.Las nubes sobre Berlín se habían teñido de rojo.  Annemarie Schwarzenbach manejaba su Mercedes buscando a Mops, la joven mujer que le suministraba morfina. Tenía fiebre y frío. Bajaba la ventana y preguntaba si habían visto a Mops; dejaba el auto en marcha y entraba a los bares pidiendo por Mops. Pocos la escuchaban; en las calles algo grande se gestaba de manera contundente. Pero para ella la morfina, su íntimo y solitario paseo por la redención, no podía esperar.
A Annemarie Schwarzenbach suele encontrársela buscando otra cosa: las obras de Klaus Mann, la vida de Carson McCullers. Schwarzenbach no era una gran promotora de sí misma; su belleza andrógina y su mirada punzante y triste hacían buena parte del trabajo. Donde entraba despertaba fascinación. Había nacido en 1908 y su familia era una de las más ricas de Suiza. Su madre, Renée, solía recibir en su amplio living a figuras como la Infanta de España y Toscanini. Su padre, Alfred, heredero de la Ro. Schwarzenbach & Co., fabricaba y exportaba seda y en las navidades le regalaba a los obreros un gran retrato de sí mismo, para que no llegasen a olvidar nunca, en la intimidad de sus hogares, a quién tenían que agradecer por el pan cotidiano. Desde chica, Annemarie rechazó un espléndido futuro de lujos y neutralidad. Así, por naturaleza. Cuando alcanzó la pubertad, la familia pidió una consulta con un médico de Zurich a causa de su "rara" conducta. Pero tras algunas entrevistas, Carl Gustav Jung desistió de cualquier tratamiento sin dar mayores explicaciones. Tiempo después, una seguidilla de psiquiatras firmaría papeles de internación con un veredicto terminante: esquizofrenia.
"La princesa Miro", como la llamaban, los siguió a Holanda, Inglaterra, Rusia, Francia, España y finalmente a Nueva York. Pero intercaló esos encuentros con períodos de desintoxicación, un intento de suicidio, y prolongadas estadías en Oriente Medio, especialmente en Persia. Allí afianzó su carrera periodística, trabajó como arqueóloga, y se casó y convivió fugazmente con un diplomático francés, que a pesar de su velada homosexualidad, se había enamorado de ella. La novela Muerte en Persia, terminada en 1936, es el testimonio de lo que Annemarie buscaba en esa vasta tierra ajena. En ella expone abiertamente sus miedos y sentimientos de culpa, su homosexualidad, la posibilidad de que sus viajes, tan lejanos, tan oscuros, fuesen nada más una forma de alejarse de quienes la criticaban por no pasar a la acción, como Erika, o por hacerlo, como su madre, hasta hoy, es la única obra de Schwarzenbach traducida al castellano, por la editorial barcelonesa Minúscula. En Buenos Aires el libro está prácticamente agotado, y sólo una nueva demanda justificaría el envío de la segunda edición. Este mismo año Minúscula publicará también Todos los caminos están abiertos. El viaje a Afganistán 1939-1940, que reúne textos del viaje que hizo con la periodista Ella Maillart, y a principios de 2009 lanzará el volumen de relatos Con esta lluvia.


Partidas y regresos

"Supe que su rostro me perseguiría hasta el final de mi vida", escribió Carson McCullers, tras conocer a Annemarie en Nueva York en 1940. La joven autora de El corazón es un cazador solitario, se convenció de que la efébica suiza era su alma gemela y su destino. Por tercera vez Annemarie recalaba en Estados Unidos y su vida estaba desarmada. Se había distanciado de los Mann a pesar suyo: Klaus vivía sus propias depresiones y Erika, harta hacía tiempo de las borracheras y debilidades de su amiga, viajaba por Estados Unidos dando conferencias sobre el desastre europeo. Annemarie había ganado fama como fotorreportera para medios suizos en los tres últimos años: su pasaporte diplomático le abrió las fronteras y le permitió ver las miserias de la Europa ocupada, y su vocación de viajera le mostró la cara non grata de la tierra de las libertades: narró el cierre de fábricas, la lucha sindical, el racismo. Enfureció a sus padres cuando uno de sus artículos describió las protestas obreras frente a la fábrica de Pennsylvania que pertenecía a los Schwarzenbach. Pero 1940 fue su año más terrible y excesivo: bebía, se drogaba, escribía poco, le daba ambiguas señales a Carson y mantenía un amor atormentado con la rica exiliada alemana Margot Von Opel, a quien, en un brote psicótico, intentó estrangular. Su padre murió y Annemarie, agobiada por la culpa y la desesperación, intentó suicidarse. La internaron, se escapó, la encerraron de nuevo, hasta que su hermano Freddy logró sacarla del sórdido hospital Bellevue y embarcarla hacia Europa, desterrada de Estados Unidos para siempre.

En Suiza, su madre no quiso recibirla y Annemarie se fue tan lejos como pudo, al Congo Belga. En Leopoldville le retuvieron el pasaporte y la comunidad colonial la tomó por una espía nazi. Deprimida y sola, se adentró en la selva virgen y vivió dos meses en los que, por primera vez, no sacó ni una foto. De vuelta a la ciudad se encerró en su prosaica cabaña y escribió de un tirón 400 páginas, una novela que después devendría en poema y que no terminaría. Al poco tiempo le dieron permiso para irse.

Se instaló en la casa de Engadina, Suiza, que su padre había alquilado durante años para ella, y que gracias a una herencia, al fin podía comprar. Corría 1942. Carson le había dedicado su segunda novela, Reflejos en un ojo dorado, Klaus se alistaba en el ejército aliado y Erika se había convertido en una afamada corresponsal de guerra. Annemarie, limpia ya de las drogas, retomaba la correspondencia con su marido y sus amigos, se preparaba para pasarse una temporada como reportera en Portugal y parecía haber alcanzado la paz cuya ausencia tanto había padecido. Una cadena de azares la llevó una mañana de septiembre a pedir prestada una bicicleta, ella, que siempre había elegido el auto como motor de su libertad. En ese paisaje sin bombas ni desiertos ni fábricas cerradas, una piedra se interpuso en su camino; su frágil cuerpo cayó y su cabeza sufrió un fuerte golpe. Recobró el sentido días después. Su madre vio despertar a una hija que no la reconocía, que había perdido la capacidad para hablar, mirar y caminar, que quedó postrada hasta su muerte, el 15 de noviembre. Renée quemó todas sus cartas y diarios pero no se atrevió a tocar sus manuscritos, que terminaron en oscuros archiveros suizos hasta 1987, cuando el interés de Roger Perret, un estudioso de Ginebra, los sacó del olvido. Y así Annemarie Schwarzenbach, cuya conciencia se diluyó antes que su voluntad de vivir, volvió con las palabras de un viaje emprendido demasiado pronto.





7 comentarios:

Stardust dijo...

Una historia intensa y trágica con un final sorprendente. Me ha parecido muy interesante, parece una novela.

CINEXIM dijo...

Uffffffffff alucinante. No conocía nada de El Angel Dsolado. Me ha gustado mucho la entrada. También la de Proust, que es una de mis asignaturas pendientes y la de Hedy, claro.

He estado esta semana un poco liado -cómo no- y ésta próxima estaré de vacaciones.

Besos!!!

Susan Lenox dijo...

Stardust

Es una historia de niña rica, pero con fondo drámatico y sí parece de novela, yo conocí Annemarie a través de los textos de McCullers.
Un saludo y gracias por animar el blog.
AH, Stardust, sí veo una chica igual que Hedy
te lo diré.

CINEXIM

Bueno, mi blog estará lleno, de esto tipo de
anecdotas extra-literarias, la literatura, junto
con el cine, es mi pasión, por cierto ¿ te has fijado, que corte de pelo máS moderno, llevaba
Annemarie ?
Besos.

Bruja Truca dijo...

Los cerebros más geniales también son los más desquiciados. Una chica muy interesante y una vida demasiado corta. La primera foto ya habla suficiente por si sola. Una mirada muy triste.

Muy interesante, no la conocía. Gracias por traernos historias como ésta.

Susan Lenox dijo...

Totalmente de acuerdo contigo, Annemarie fue
una mujer muy especial, las drogas acabarón definitivamente de hacer su trabajo, siempre
procurare, aportar historias jugosas.
Por cierto, te has fijado, qué peinado tan moderno !!! me encanta su estilo !!!
Un abrazo.

Trecce dijo...

Una de esas personas de las que decimos que se adelantaron a su tiempo. Sin duda un personaje muy atractivo y con una vida que es toda una novela.

Susan Lenox dijo...

TRECCE

Sin duda fue especial y eso que no he querido extenderme.